lunes, 28 de julio de 2008

Cuba: Masculinidades: ¿en espera o en camino del cambio?

Por Sara Más
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Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y CaribeReportajes
La Habana, julio (Especial de SEMlac) www.redsemlac-cuba.net/

.- La igualdad a que muchas personas aspiran en las relaciones de género en esta isla del Caribe está mediada, necesariamente, por los modelos actuales de ser hombre y mujer, aseguran expertos e investigadores.

Pero "la demanda de cambio en los hombres encuentra un obstáculo importante: la hegemonía del modelo", asegura el psicólogo Oscar Ulloa Guerra, profesor y segundo coordinador del Grupo de Estudios de Género "Equidad", en la Universidad de Santiago de Cuba, 860 kilómetros al este de la capital cubana.

Detrás de esa afirmación está la creencia, validada por no pocas investigaciones de ese grupo, de que "la masculinidad, con todas sus asignaciones más tradicionales y rígidas, no solamente es reproducida, también es, de cierta forma, aceptada e incluso admirada", asegura Ulloa a SEMlac.

De acuerdo con el modelo tradicional hegemónico, lo masculino se asume como símbolo de poder, supremacía, en el cual resalta la autonomía, la fuerza, la independencia, la potencia sexual y el éxito, entre otras cualidades y exigencias.

Así, el varón debe ser altamente competitivo para convertirse en un ganador, un hombre de éxito, dejando en un plano secundario la expresión de sentimientos y afectos que pudieran feminizar su imagen. Si algo debe tener claro es que, por ningún motivo, puede parecerse a una mujer.

El grupo "Equidad", creado en septiembre de 2006, lo conforman actualmente casi una treintena de integrantes y colaboradores entre psicólogos, sociólogos, filósofos, historiadores, artistas, juristas, economistas, filólogos y pedagogos de diferentes instituciones de la oriental provincia de Santiago de Cuba.

Implicado en el estudio o promoción de la equidad de género, ha incursionado en investigaciones sobre la autonomía subjetiva, la identidad de género, paternidad y maternidad, los malestares y contradicciones de la masculinidad, cuerpo y climaterio, relaciones de pareja y sexismo en instituciones educativas, entre otros temas.

Los estudios de masculinidad en Cuba tomaron mayor fuerza a partir de la segunda mitad de la pasada década de los noventa, pero fueron mujeres, fundamentalmente, las que los iniciaron. Luego se han ido sumando profesionales de diversas ramas y especialidades, incluidos los hombres.

Entre las iniciadoras de estas investigaciones estuvieron la psicóloga Patricia Arés, profesora de la Universidad de la Habana; Ramón Rivero, de la Universidad de Villa Clara "Marta Abreu"; María Teresa Díaz, entonces especialista del Centro Nacional de Educación Sexual y Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas.

"Mientras que Arés y Rivero enfocaron sus estudios hacia el tema de la paternidad, Díaz y Álvarez orientaron los suyos a la sexualidad y la construcción social de la masculinidad", apunta el historiador cubano Julio César González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades, en su ensayo "Feminismo y masculinidad: ¿mujeres contra hombres?".
"Pero aún son pocos los estudios en Cuba en torno a la problemática de los hombres y sus malestares", asegura Ulloa.

Reportes de "Equidad" sostienen que los malestares cotidianos de los hombres no constituyen campo de intervención de nadie. En las prácticas de los profesionales de la salud -cuando los hombres finalmente acuden- lo más habitual es traducirlos en síntomas que son medicalizados, psiquiatrizados, patologizados. Un tratamiento que los silencia.

Esta dinámica se refleja en las estadísticas de alta mortalidad masculina y en que los hombres mueran primero y más que las mujeres, lo que algunas investigaciones relacionan no solo con el estilo de vida masculino o la sobrecarga de sus roles, sino también con la forma en que ellos asumen el autocuidado.

"Incluso hay cálculos sobre el costo económico que puede implicar el descuido de los hombres, su demora en ir al médico, lo que puede encarecer los tratamientos", comentó Ulloa.

A ello se agrega el mito de que a ellos no les pasa nada y son invulnerables. "Entonces a veces asistimos al médico tardíamente, cuando quizás ya el problema de salud no tiene remedio".

En sus empeños por revelar las contradicciones asociadas al ejercicio de la masculinidad, los estudios del grupo han comprobado que las pautas de crianza en la familia no potencian autonomía, coherencia, autenticidad ni conciencia crítica en los hijos, y que el entrecruzamiento de roles, en el caso de los hombres, tiende más a la superposición conflictiva que a la complementación. La paternidad se limita, en general, a funciones de proveedor económico y regulador de la autoridad familiar.

En un proceso lento, coexisten viejos y nuevos paradigmas de ser hombre, asociados, sobre todo, a las exigencias de cambio de las mujeres y a los modos alternativos de masculinidad que van emergiendo.

"A la mayoría de los cambios que ocurren actualmente en los hombres se les puede llamar valores añadidos o enganchados", asegura Maite Pérez Mille, también de la Universidad de Oriente.

Pérez Mille refiere que, en el trabajo de campo y frente a los cambios en la vida de la mujer, es frecuente que el hombre cubano asuma cada vez más una posición de reajuste a las nuevas exigencias sociales, "sin rasgos evidentes de crisis de identidad o de incertidumbre en cuanto al 'rol masculino'.

"Si analizamos detalladamente el comportamiento del hombre, podemos decir que muchos de los cambios que ocurren en la actualidad no son porque los individuos los deseen realmente, sino por mantenerse aceptados en los distintos grupos a los que pertenecen, en especial la pareja", afirma la investigadora en su trabajo "Masculinidad, la otra cara de la cultura".

Ulloa sostiene, por su parte, que varias circunstancias determinan la resistencia o negación al cambio en los hombres, y la visión del cambio de las mujeres como una amenaza que puede romper el orden establecido y ponerlos a ellos en la situación de subordinación y sobrecarga de las mujeres.

"En ocasiones hasta las propias mujeres asumen como meta de cambio cualidades y actividades masculinas. Cuando lo masculino se dibuja como referente para el cambio, los hombres entonces no identifican que ellos también forman parte del proceso", señaló a SEMlac.

"Visto así, el cambio en los hombres no solo es invisibilizado, es también interpretado como dislocación de género. El cuestionamiento de la identidad genérica se considera un síntoma femenino", agregó.

En su opinión, es necesario problematizar la masculinidad, identificar las situaciones que se le asocian y validar su condición de objeto de estudio y transformación. "Lo considero el reto más importante", dice.

Pérez Mille apuesta por aunar voluntades. "Para lograr un cambio se necesita la disposición de cada uno -hombres y mujeres- y la valentía para hacerlo, pero es evidente que el hombre solo no puede; debe ser un proceso en conjunto, igual a cuando se fue formando", suscribe.

"La mayoría de los hombres creen que deben cambiar, pero se resisten porque lo ven como una pérdida. Indiscutiblemente, el cambio para el hombre se ha convertido hoy en su mayor pesadilla: negarlo sería ir en contra del desarrollo; enfrentarlo es un gran reto", asegura.

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