Para clariana comunicación y mediamediterrànies.
Ontinyent, 14 de noviembre de 2009.
Esta semana escuchábamos al portavoz de la Conferencia Episcopal Española hablar del pecado que iban a cometer todas aquellas personas que se vieran involucradas en la modificación de la ley del aborto, incluidos los políticos, decía este sacerdote.
Lo siento, pero me da la risa cada vez que escucho manifestaciones de este tipo y, sin pretender herir a nadie, voy a explicar los motivos de mi risa.
Desde hace miles a de años estos señores de faldas largas y negras vienen amenazando con el infierno y el purgatorio para quienes no piensen como ellos. Se han dotado a lo largo de los años de herramientas sofisticadas para mantenerse en el poder a través del miedo y la imposición de sus valores, sin importarles en absoluto las consecuencias que para la población pudieran tener sus dogmáticas ideas. Para ello se sirvieron de la Inquisición, de los monjes templarios, etc.
En la actualidad y al parecer les quedan pocas armas para la dominación puesto que los estados modernos, afortunadamente, les han apartado del gobierno de los países y les han dejado en un espacio que es el de los dogmas y los valores que representan.
Ellos, los de faldas largas y negras, no toleran el grado de laicismo que existe. Y si a eso le sumamos “la competencia” que les supone la llegada de personas que profesan otros credos y la importancia que estos están tomando en una sociedad multicultural, pues se ponen de los nervios y a veces dicen lo que yo considero, sencillamente bobadas.
Y una de esas bobadas la soltó el portavoz de la Conferencia Episcopal Española al afirmar lo que afirmó, pero al mismo tiempo entrando en una contradicción importante para con muchas personas entre las que me encuentro, y me explico.
Hace unos años y por segunda vez, remití un escrito al Arzobispado de Valencia solicitando ser borrada de sus archivos, o sea, apostatar, al tiempo que me daba por excomulgada por haberme sometido voluntariamente a una interrupción voluntaria del embarazo, entre otros muchos de los pecados que ellos consideran graves y que conllevan automáticamente la excomunión.
La sorpresa llegó cuando el arzobispado me contestó alegando falta de información para la excomunión y la negación a borrarme de sus ficheros (apostasía) por no tratarse de ficheros oficiales.
O sea que yo que declaro abiertamente lo que ellos consideran un pecado y deseo que se me aplique la pena, me obvian y ahora salen con que todas las personas que se vean implicadas en este tema serán pecadoras y podrán ser excomulgadas. ¡¡¡Hay que fastidiarse, de nuevo con sus métodos!!!
Y mientras ellos ladran con la pretensión de intentar ganar terreno en lo político con sus amenazas, en África siguen muriendo miles de personas cada día por el SIDA mientras el Papa mantiene el silencio en este asunto.
O siguen muriendo miles de mujeres cada día a manos de sus parejas o exparejas en todo el mundo y ellos siguen sin hacer ninguna declaración al respecto, empeñados como están en seguir manteniendo su estatus de prohombres investidos de una presunta autoridad que pretenden que esté por encima de las leyes y los poderes democráticos.
Ellos, los de las faldas largas y negras, son uno de los verdaderos bastiones del mantenimiento del sistema androcéntrico que nos relega a las mujeres a una situación de sumisión con respecto a los hombres al tiempo que fomenta la misoginia y niegan cualquier expectativa de mejora en las vidas de las mujeres, de cualquier mujer.
Ahora claman por la modificación de la ley del aborto, pero antes lo hicieron por la ley del divorcio y antes con la equiparación de igualdad entre mujeres y hombres que consagra la Constitución Española. Es cansino puesto que siempre se trata de lo mismo: No quieren entender que la lucha por la igualdad real entre mujeres y hombres es imparable y que por muchos estratagemas que se inventen o por muchos discursos revestidos de cualquier historia que se puedan sacar de la manga, no van a impedir que seamos muchas mujeres, cada día más, las que les plantemos cara y les llamemos, entre otras cosas, hipócritas, por adecuar sus discursos a sus propias necesidades y no a las necesidades de las personas, incluso de las mujeres.
Aunque quizás este último punto ya sería excesivo para ellos, pero por pedir que no quede.
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