Por Cecilia Lavalle*
para CIMAC http://www.cimac.org.mx/
(758 palabras, 4462 caracteres
"Hallé en la palabra escrita la libertad, en la libertad el yugo, y en la obsesión por la congruencia entre lo dicho y lo hecho, el suelo fecundo que sombrío y melancólico me mantiene viva". Eso escribió Lydia Cacho hace muchos años en una carta que intentaba explicar -explicarse- por qué escribía.
En aquel entonces, sus declaraciones no ocupaban titulares. No eran noticia sus palabras ni sus afanes por hacer de este mundo algo mejor. Sus trincheras eran más discretas, más modestas tal vez, pero su compromiso con otras personas, su convicción y la defensa de los ideales en los que cree era exactamente como es hoy.
Por eso no pudo hacer otra cosa que comprometerse a fondo cuando una niña le contó de los abusos que había sufrido por parte del entonces respetado hotelero radicado en Cancún. Apenas la punta del iceberg.
Por eso no pudo hacer otra cosa que destapar la cloaca cuando se enteró que poderosos políticos protegían al pederasta.
Por eso se metió en el lío en que se metió. Porque en México cualquier cosa que sea meterse con los poderosos es meterse en un lío.
Y por eso ahora es la persona reconocida que es.
No porque haya documentado uno de los más graves casos de colusión entre el poder político y la pederastia. No porque un gobernador sea cómplice de un empresario en su secuestro y tortura. No porque nuestro sistema de justicia haya demostrado que sirve para muchas cosas menos para hacer justicia. Sino porque siguió adelante, porque no claudicó, porque no sabe sino ser congruente, porque siguió siendo lo que es. A pesar de todos los pesares. Que no han sido pocos. Que no serán pocos nunca.
Por eso también se convirtió en una especie de heroína. Muy a su pesar.
Por eso también concentró en su persona la esperanza de un país harto de sentir desesperanza. Concentró en la demanda que presentó en contra de los poderosos, la demanda de un país harto de la impunidad. Concentró en su petición de justicia ante la Máximo Tribunal, la petición de un país harto de las injusticias que se cometen a diario.
Y por eso cuando la Corte le dio la espalda en realidad se la dio a todas las personas que pensamos, con Lydia, que otro país era posible.
Por eso vino la sensación de desesperanza, de derrota. En muchos. En muchas. No en Lydia. Y es precisamente su esperanza lo que más admiro en esta mujer de la que mucho admiro. Su auténtica e inquebrantable esperanza.
No es la suya una esperanza infundada. Y no lo es porque ella se ha encargado y se encargará hasta su último aliento de hacer lo imposible para dotarla de fundamentos.
La semana pasada recibió el Premio Mundial a la Libertad de Prensa UNESCO-Guillermo Cano. Fue un premio a la esperanza.
Transcribo algunos fragmentos del discurso que pronunció en Maputo, Mozambique, tras recibir el reconocimiento: "Este premio no me puede proteger de amenazas de muerte ni de la muerte misma. Pero ciertamente ayuda a proteger mi trabajo escrito y permite que una audiencia más extensa conozca y comprenda la realidad mexicana y el impacto global de los crímenes del tráfico de personas y de la pornografía infantil".
"Fui lo suficientemente afortunada para eludir la muerte. Tuve la oportunidad de informar mi propio caso, de vivir por dentro la historia de una campaña orquestada para proteger el maridaje entre el crimen organizado, los empresarios y un gobierno corrupto. Pero sobre todo tuve la oportunidad de cumplir mis promesas a las niñas que fueron abusadas por pedófilos y pornógrafos infantiles, y quienes me pidieron que contara sus historias".
"Las y los periodistas tendemos a creer que el golpe provocado leyendo tales historias no puede fallar para unir a las personas de buena voluntad. Esa es una de las razones que nos mantiene al ir en contra de todas las probabilidades. Conocemos el poder de la compasión. Como periodistas nunca debemos llegar a convertirnos en mensajeros de los poderes. Ni debemos rendirnos por temor y auto censura".
"Esta reunión simboliza nuestra determinación para continuar con cabezas frías y corazones cálidos, y continuar escribiendo. Para mantener viva la esperanza". Lydia seguirá escribiendo y seguirá luchando porque mantiene viva la esperanza de un mundo mejor. Por eso es como es.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com
* Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la RedInternacional de Periodistas con Visión de Género.
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