por Anamaría Cofiño K
para CIMAC noticias
El miedo es el recurso político para sostener la impunidad
Según se va agravando la situación, así van en aumento la confusión, los actos desesperados, el recurso a la ilegalidad. Frente a otra arremetida de violencia deliberada, la gente se siente sola porque el Estado se asume impotente e incapaz de frenarla. La ciudadanía queda inerme frente a quienes con la cara encubierta y armados hasta los dientes, se dedican a intimidar y crear un ambiente de zozobra.
Es evidente que quienes participaron en la represión contra los movimientos sociales en el pasado reciente, están con la camisa levantada por los procesos que pueden llevarlos ante la justicia. Los documentos existentes son prueba irrefutable de los crímenes cometidos, así como pistas para dar con sus autores. Hoy que se ven señalados, reaccionan como lo han hecho siempre, con violencia.
Nos indigna que en nombre de toda la ciudadanía se esté exigiendo medidas represivas que constituyen un peligro para la frágil democracia que se ha ido construyendo. No todos pedimos la pena de muerte, la militarización ni control sobre la ciudadanía. Es reforzando el sistema de justicia y haciendo valer los derechos de todos que vamos a tener una seguridad democrática. Para construir la paz que todos necesitamos, es fundamental ir a las causas que provocan los conflictos. Tampoco es con asistencialismo que los problemas se van a solucionar. Aquí lo fundamental es democratizar el sistema de fondo, con políticas redistributivas justas y saneamiento del aparato estatal.
Es evidente que el gobierno está arrinconado por el crimen organizado que tiene fuertes vínculos e influencias a todo nivel. Todos sabemos que muchos políticos y grupos de poder son parte del problema y que de ello obtienen privilegios. La impunidad les conviene y por ello la alimentan.
La violencia contra las mujeres es un recurso terrorista: al atacarlas, violarlas y someterlas a torturas, se inflinge heridas profundas a sus padres, parejas y hermanos, a sus familias y comunidades, porque se pierde el respeto a todos los valores y se pone en riesgo la vida misma. La vileza y cobardía de los hechores pone en vergüenza a todos los hombres. El daño es extensivo a ellos, a toda la sociedad. El secuestro de Gladys Monterroso lleva un mensaje de amenaza hacia las organizaciones, las defensoras y defensores de derechos humanos y hacia quienes están a favor de la democracia. La solidaridad no se ha hecho esperar, así como la indignación y el rechazo hacia hechos como ese, que se están multiplicando.
Las mujeres estamos hartas de la violencia presente en todos los espacios y medios. Es necesario un compromiso social colectivo, sólidamente respaldado con la acción sostenida del Estado, para detener los abusos y los crímenes. Armar a la sociedad y proponer mano dura es volver a la guerra.
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