| Aplicar la perspectiva de género como línea indispensable para las diversas políticas urbanas y territoriales, es una asignatura pendiente en la formulación de estrategias públicas que apunten a producir cambios en los planteamientos del urbanismo actual, para introducir en agenda temas importantes de la vida cotidiana como la seguridad, la proximidad, el tiempo y la organización de los servicios. Ello incluye también el derecho a una vida en salud de las mujeres en un ámbito no violento, ya sea público o privado. “Seguridad y violencia son los ejes para pensar en una concepción urbana igualitaria, donde las mujeres se empoderen del territorio y compartan estrategias de seguridad y planificación urbana como parte del combate a la violencia, influenciando en las políticas públicas”, aporta Mara Nazar del Centro de Intercambio y Servicios Cono Sur Argentina (CICSA)-Red Mujer y Hábitat, integrante del equipo que implementa el programa “Ciudades Seguras” en la localidad argentina de Rosario, el tercer conglomerado más grande del país. El proyecto, que se realiza también en Bogotá, Santiago de Chile, Lima, Guatemala, El Salvador y en la brasileña Recife, tiene como propósito “fortalecer una ciudadanía activa de las mujeres en el ejercicio de sus derechos, a fin de reducir la violencia pública y privada que se ejerce contra ellas en las ciudades”. Concretamente, grupos de mujeres hacen “caminatas exploratorias” por los barrios, para detectar factores de riesgo social y territorial. Espacios abandonados, calles inaccesibles, lugares que sirven de escondite, sectores sin iluminación, veredas rotas, arterias sin señalización que impiden saber cómo llegar o salir del lugar… les sirven para realizar un diagnóstico y propuestas que luego elevan a las autoridades. También participan masivamente de las jornadas “En la plaza, en la casa, en el barrio, en la ciudad, le decimos BASTA a la violencia hacia las mujeres”, que mediante actividades recreativas y culturales que promueven el uso y disfrute por parte de la comunidad de un espacio público abierto, intentan profundizar y difundir las iniciativas y propuestas que apuntan a fortalecer y promover el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres a vivir en ciudades libres de violencia por razones de género. “Las mujeres ocupando y disfrutando de los espacios públicos, el tránsito y la movilidad por los barrios y por la ciudad, sin miedos ni restricciones; la convivencia y la seguridad ciudadana plena, son algunos de los escenarios meta de estas iniciativas”, indica Mara Nazar. Para ello, se vienen desarrollando experiencias de intervención participativa en los espacios públicos “que favorezcan la apropiación de los mismos por parte de las mujeres y la comunidad en general, al mismo tiempo que se promueve el fortalecimiento de las políticas públicas que atienden a la violencia de género y en particular la violencia hacia las mujeres”, agrega. No se trata de una definición académica, no al menos desde un enfoque de género: la violencia machista en las ciudades es uno de los factores de riesgo más graves para las mujeres de entre 15 y 44 años, por delante del cáncer, los accidentes de tráfico y las enfermedades infecciosas. Murales, merenderos y afiches “Ciudades seguras” se ejecuta en 3 de los 6 distritos en los que está dividida Rosario. En la zona este ya se concretaron transformaciones notables desde 2006: muchas de las plazas o lugares abiertos de la ciudad, otrora territorio de personas violentas, adictos y jóvenes en estado de calle, han sido transformadas en “lugares protegidos” para mujeres, niñas y niños, con zonas de recreo y merenderos, canchas de fútbol y alumbrado público optimizado. Asimismo, las mujeres pintaron murales con consignas sobre sus derechos, murales que necesitan ser mantenidos, para así no abandonar el lugar recuperado para el arte. Otra campaña de gran impacto es la llamada "No queremos ese apoyo", que difunde imágenes sobre situaciones abusivas que muchas veces tienen lugar en los colectivos urbanos, una forma de acoso sexual que viven comúnmente las mujeres. La campaña apunta a sensibilizar sobre las diferentes formas que puede adoptar la violencia sexual, “la mayor amenaza para no usar los espacios públicos”, según explica Nazar. “Y si la mujer deja de usar la ciudad, dejará de estudiar, de circular, de relacionarse… aumentando la dominación que vive en su hogar, en un continuo de la violencia”, añade la experta. Lo más importante: las mujeres no son sólo beneficiarias del programa ‘Ciudades Seguras’, son protagonistas. Este empoderamiento se traduce en la elaboración de las agendas para reformular o crear las políticas públicas del territorio. Y ese protagonismo lo tienen también en el presupuesto participativo de Rosario, donde trasladan sus diagnósticos sociales y territoriales para que la perspectiva de género transversalice, por ejemplo, la obra pública. Inseguridad que enferma La noción de “percepción de riesgo en salud”, poco considerada por el periodismo de los grandes medios, es una categoría que incluye y comprende la percepción de riesgos en general. Los asesinatos de pareja, la violencia física y sexual, el acoso, las formas graves y crónicas de violencia psicológica, así como una variada combinación de malos tratos y abusos emocionales con consecuencias dramáticas, son componentes cotidianos de estos riesgos. Es por ello que la “percepción de riesgo en salud”, esto es, la percepción de inseguridad, es categóricamente diferente para mujeres y varones. Sin embargo, en países como Argentina, la percepción de inseguridad que se toma como parámetro para las agendas tanto gubernamentales como periodísticas sigue siendo la percepción masculina, que asocia la inseguridad sólo con delitos tradicionales como homicidios, hurtos, robos y asaltos. De ahí que todavía pervivan figuras aberrantes como la del “crimen pasional”, tendientes a distinguir los crímenes contra las mujeres de “los otros”, los “más comunes”, los “más importantes” para la opinión pública. Es permanente el reclamo en los medios de “mayor presencia policial” -sin otro propósito que una mayor efectividad en la represión- como una de las posibles soluciones al problema de la inseguridad. El programa ‘Ciudades Seguras’ en cambio, trabaja con la policía pero desde una concepción de género, ya que parte de una capacitación a la policía comunitaria de Rosario y un protocolo de atención a mujeres en situación de violencia, por lo que ahora el personal está capacitado para contener, no revictimizar, y si es necesario, acompañar a un refugio a las mujeres en riesgo. A esta iniciativa se suma la atención telefónica durante 24 horas todos los días, a través del llamado ‘teléfono verde’, que asiste a mujeres en emergencia. El empoderamiento devenido de estas iniciativas, demostró que si bien no hay duda de que mujeres y hombres sienten y viven la violencia como un problema compartido por toda la población, ellas son más vulnerables, no sólo por las violencias derivadas de su condición (agresiones sexuales y violencia interpersonal), sino por ser además blanco ocasional de los problemas de inseguridad general. Y cuando hablamos de inseguridad general no sólo nos referimos a los delitos “tradicionales”, por así decirlo: también estamos hablando de fenómenos vinculados a la forma en que se concibe el desarrollo urbano, a la falta de participación ciudadana, a la dificultad de accesos a servicios… factores que, de una u otra manera, inciden en los grados y modalidades de la percepción de riesgo en salud. Como puede verse, la experiencia de las mujeres para promover ciudades más seguras, su apreciación tanto objetiva como subjetiva respecto a las violencias que viven en la ciudad y el protagonismo de sus organizaciones, pueden ser fundamentales a la hora de minimizar no sólo la percepción de riesgo, sino el siniestro protagonismo político que hoy cobra la palabra “inseguridad” en nuestra cultura urbana. |
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