Por Teresa Mollá Castells
El cuerpo de las mujeres ha sido y es, para las
grandes religiones monoteístas el receptáculo en donde comienza la vida. Nada
más. Por eso mismo pretenden controlarlo, porque la especie depende de nuestros
vientres.
A lo largo de los siglos de presencia constante
y por tanto de influencia de las religiones en la vida pública y en los
gobiernos de los estados y naciones, han impuesto sus criterios tanto en los
espacios públicos como en los privados. Y los resultados de esos criterios los
seguimos viviendo cada día las mujeres de todo el mundo, más allá de cual sea
nuestra raza, credo o nacionalidad, puesto que se nos sigue negando la libertad
de acción sobre nuestro propio cuerpo.
De ese modo, no sólo se nos imponen
maternidades forzadas al impedir que podamos decidir si ese momento es el
adecuado o no para una maternidad responsable, sino que también se nos impide
el derecho a gozar de él por puro placer sin necesidad de procrear.
El hecho de que un Estado como el Español
pretenda estar en la vanguardia de la modernidad y en la élite de los países
más desarrollados del mundo, choca frontalmente con las políticas que el
ministro de Justicia (ni siquiera interviene en el debate público la ministra
de sanidad que es a quien correspondería hacerlo) pretende imponernos a las
mujeres en nuestro ámbito más privado como lo es la elección de nuestra
maternidad (o no).
Ruiz Gallardón, con sus cincuenta y cinco años
todavía sin cumplir, parece venido de la edad media, puesto que se ha embarcado
en su propia cruzada contra las mujeres que no compartimos su reaccionaria
manera de pensar y pretende castigarnos a todas con su retrograda reforma de la
actual ley sobre salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria
del embarazo.
Pretende devolvernos a un sistema en que
personas ajenas a nuestras vidas nos autoricen o no a interrumpir nuestros
embarazos. Que nos tutelen, como si las mujeres fuéramos eternas menores que no
saben ni pueden hacerse cargo de sus propias vidas y de ese modo imponer
maternidades no deseadas. Con esta reforma se vuelve a dar prioridad al feto
sobre la vida ya construida de la madre a quien se reduce, de nuevo a ser el
mero receptáculo que ha de parir con dolor.
Los mandatos de la religión en este caso la
católica, con una fuerte influencia sobre la vida de Ruíz Gallardón, una vez
más se imponen a la libertad de elección de las mujeres cuyas vidas van a
volver a correr peligro por contravenir lo establecido, por ser libres para
elegir sobre sus propias vidas y sus propios destinos.
La Constitución avala la igualdad entre hombres
y mujeres pero ¿Se imaginan una normativa que impusiera a la fuerza la
paternidad a los hombres, sin libertad de elección y a quienes se les negara
incluso el placer de disfrutar de su cuerpo puesto que únicamente está
destinado a la paternidad?, ¿Se imaginan cómo se sentirían los hombres a
quienes obligan a ser padres a la fuerza incluso después de haberles violado?,
o ¿Se imaginan que para evitar ser padre aún habiendo sido violado, tuviera que
tener la autorización de gentes extrañas a su vida, pero sin cuyos permisos se
vería obligado a una paternidad impuesta? Seguramente todo sería diferente y
eso sin contar con los nueve meses de embarazo y el parto!!!
No podemos permitir que nadie se apropie de
nuestras libertades individuales y nuestro derecho a decidir ser madres, o no,
es uno de esos derechos. Bastantes años, muertes y dolor nos ha costado poder
tener unas pequeñas parcelas de libertades para que venga un ministro con
creencias ultracatólicas y que nos las intente arrebatar. A veces he pensado
que el hecho de que Ruíz Gallardón no tenga hijas puede tener algo que ver en
esto, puesto que de haberlas tenido, no sé yo si lo viviría con esa ligereza.
Está en juego nuestro derecho a ser seres
humanos completamente libres para decidir cómo queremos vivir nuestras vidas y
nuestras relaciones sexuales y/o de pareja.
Están en juego
nuestro futuro pero también el de nuestras hijas, sobrinas, amigas, hermanas,
etc. y no podemos dar ni un solo paso atrás, porque nuestra libertad de elegir
qué hacer con nuestras vidas es sólo nuestra y no se nos pueden imponer
maternidades forzadas.
Está en juego
nuestro derecho a disfrutar de nuestro propio cuerpo de la forma en que lo
queramos hacer y sin que nadie se inmiscuya en nuestra privacidad ni en nuestra
intimidad.
Está en juego
nuestra responsabilidad adulta de poder decidir cómo, cuando y con quien ser
madres.
Y sobre todo
tenemos derecho a ser felices siendo o no madres y amando a quien deseemos amar
y de la forma en que decidamos hacerlo, con descendencia o sin ella.
Nadie del
ámbito público debe inmiscuirse en esos espacios de privacidad. Y mucho menos
un ministro de profundas convicciones católicas que a su vez son misóginas y
que con su cruzada contra nuestra libertad de decidir sobre nuestro cuerpo y
sobre nuestra maternidad, está consiguiendo que de nuevo nos agrupemos para
salir a la calle, de nuevo a gritar alto y claro que “Ni un paso atrás sobre
nuestros derechos sexuales y reproductivos, ni sobre nuestro derecho a decidir”
Señor Ruíz
Gallardón, se puede gobernar a golpe de mayorías absolutas, pero estas mayorías
pasan y la historia acaba colocando a cada cual en su sitio y si su reforma
ultrarreaccionaria y misógina ve la luz, la historia que también escribimos las
mujeres, le colocará a usted en el lugar que le corresponda: el de la oscura
reacción misógina que su mensaje representa.
Nosotras, las
que creemos en nuestras libertades personales, colectivas y en nuestro derecho
a decidir seguiremos gritando en plazas y calles aquella consigna que usted nos
ha traído a la memoria que decía: “nosotras parimos, nosotras decidimos”.
Porque es nuestro derecho. Porque es nuestro cuerpo. Porque somos seres libres
y completos. Porque no necesitamos ni curas, ni tutores. Porque nuestra vida y
nuestros cuerpos son únicamente nuestros y de nadie más.
Enfrente
ministro, ya le advierto que nos encontrará enfrente.
Ontinyent, 22 de septiembre de 2013.
tmolla@telefonica.net
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