Por Tere Mollá Castells
Recuerdo
cuando era joven, casi una niña, todavía menor de edad que una amiga me contó
que recientemente había estado en Londres con otra amiga suya. Hablamos de la
primera mitad de los años ochenta. Paseábamos por la glorieta de mi pueblo y
cuando me entusiasmé ella me cogió por el brazo y se puso muy seria. Me contó
que había acompañado a su amiga a abortar a la capital de Reino Unido.
Obviamente mi entusiasmo desapareció de inmediato.
En mi casa ya
se había hablado del tema y teníamos un ejemplar del “libro rojo del cole” en donde ya se hablaba de los peligros de los
abortos clandestinos, aunque mi amiga no sabía que lo teníamos. En aquel
momento aquel libro creo recordar que no era legal o, al menos no lo era del
todo.
Como ya he
dicho, en casa se había hablado del tema y yo tenía una idea formada sobre el
tema, aunque prefería no compartirla a los cuatro vientos, pero pese a ello mis
amigas la conocían. Hablamos de años en
los que cada día había nuevas polémicas y cuando en algún grupo aparecía este
tema en la discusión siempre había alguna persona facha alrededor que se ponía
a gritar y a comparar el aborto con la pena de muerte y a exigir que el aborto
continuara siendo ilegal, del mismo modo “que los rojos habían abolido la pena
de muerte”. Os aseguro que era un debate cansino para quienes en aquello
momentos éramos adolescentes con mayor o menor madurez.
Pues bien en
el año ochenta y cinco se aprobó la despenalización del aborto en el Estado
Español en los supuestos que todas y todos conocemos. Pasaron los años y más años. Y pasaron los gobiernos de diferente
signos y aquella ley, claramente insuficiente, continuaba vigente.
A principios
de dos mil ocho se llevó a cabo la campaña de auto inculpaciones por haber
abortado con aquella ley y las agresiones a las clínicas autorizadas para
realizar las intervenciones para interrumpir voluntariamente los embarazos y
comenzó, con ello la presión para que la actual y vigente Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual
y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo no saliera
adelante. Pero, pese a todo se aprobó y pese a no ser la deseada por muchas de
nosotras, por haberse quedado muy corta en algunos aspectos y mantener la falta
de libertad total para las mujeres sobre sus decisiones respecto de su
maternidad, mejoró mucho la anterior. Y eso, la mejora en sí misma, siempre es
buena.
Y llegó Rajoy y su (des)gobierno. Y Gallardón,
con su recién estrenado Ministerio de Justicia y con el beneplácito de la
ministra de Sanidad anunció las reformas en esta materia sin esperar el
dictamen del Tribunal Constitucional sobre el recurso que su partido interpuso
cuando se aprobó la actual ley.
Y en estas andamos en estos momentos. Con una
perspectiva nada halagüeña en esta materia para las mujeres y las niñas que
pueden perder derechos que ya teníamos. Que podemos volver a situaciones
anteriores a la que se legisló en el año ochenta y cinco por las creencias de
unos pocos y que pretenden imponernos a todas las mujeres.
Si esta reforma del ultracatólico de Gallardón,
alias fachardón sale adelante, a Londres podrán ir, de nuevo, aquellas mujeres
que puedan permitírselo económicamente, puesto que ahora, como antes, habrá
abortos. Las mujeres sin recursos para viajar a Londres, volverán a poner en
riesgos sus vidas con abortos clandestinos, como hace más de treinta años.
De lo que se trata es que la vida de la madre
que es quien ha de gestar, tenga todas las garantías de decidir sobre su vida y
sobre su propio cuerpo. Y eso es lo que este Gobierno facha pretende evitar.
En aquel “libro rojo del
cole” que llegó a casa de mis padres y que todavía se conserva por allí, en el
capítulo 4 dedicado al aborto ya decía textualmente:
“Un bebé tiene
el derecho de vivir y ser ciado en buenas condiciones. Si tú eres joven, si no
te ganas la vida, si estás sin trabajo, tú impondrás inevitablemente a tu hijo
condiciones de vida penosas que podrían marcarle para siempre.
Si no se dan
estas circunstancias tan desfavorables puedes aceptar libremente al hijo”
Si pensamos
que aquel libro apareció en el Estado Español de forma clandestina a finales de
los años setenta y ya nos indicaba a quienes éramos estudiantes aquellas
premisas que ya estaban vigentes en algunos países de Europa, nos daremos cuenta
de la involución que se nos pretende imponer a las mujeres.
Es, de todo
punto inaceptable esta regresión a tiempos de oscuridad y de falta de
libertades.
El hecho de
interrumpir voluntariamente un embarazo es un momento muy duro para cualquier
mujer. Un momento al que nunca desearía llegar, pero que ha de tener libertad
de utilizar si lo necesita.
Del mismo modo
que las personas decidimos casarnos o no, divorciarnos o no, conducir o no,
estudiar o no, porque tenemos libertad para ello y nadie nos impone seguir
estudiando a partir de los dieciséis años, o nadie nos impone casarnos o
sacarnos el permiso de conducir cuando tenemos los requisitos, sigo sin
entender porqué han de imponernos maternidades forzadas.
Sólo lo
entiendo desde la perspectiva de la dominación y nunca desde la libertad de
elección. La dominación implica que a las mujeres, que de momento somos las
única personas que podemos gestar, se nos considera seres menos libres que los
hombres, precisamente por esa capacidad de dar la vida. Y no lo entiendo.
A los mismos
hombres que ahora pretenden coartar nuestras libertades sobre nuestras propias
vidas y sobre nuestros propios cuerpos, seguramente les parecerá una aberración
que haya países en donde se impida a las mujeres conducir un vehículo. Y, al
menos en público, requerirán a “La
comunidad internacional que se den lo pasos necesarios para que los derechos de
las mujeres queden salvaguardados de la misma manera que los de los hombres”
(y esto es un ejemplo), pero cuando llegan a sus casas, versus sus orígenes nos
imponen a las mujeres que pretenden gobernar, normas que quedan bastante
alejadas de esas premisas grandilocuentes que predican en público y en foros
internacionales.
Hace unos años
leí una frase que me impactó. Era de Claudia Acuña, periodista y co-fundadora
de LAVACA.ORG, que es, entre otras cosas, una agencia de noticias de libre circulación y reproducción que se fundó en
2001 en Argentina y decía lo siguiente: “Los
espacios no se consiguen, sino que se construyen”.
Pues
bien, haciendo mía (y creo que puedo decir que nuestra) esta frase, estoy
completamente segura que las mujeres que creemos en la libertad, que sabemos
que tenemos derechos y los exigimos; las mujeres comprometidas con los derechos
humanos que también exigimos como propios, que buscamos una sociedad
igualitaria en todos los aspectos, que impulsamos la coeducación en las aulas
que también queremos que sean públicas, laicas y de calidad; las mujeres que
consideramos que nuestras maternidades han de ser siempre deseadas y libres y
que buscamos proteger a nuestras jóvenes y niñas, como decía, las mujeres
comprometidas con los derechos de las personas, junto con aquellos hombres que
son nuestros compañeros en estas lides, construiremos ese espacio de libertad
que Gallardon pretende arrebatarnos. Porque no podemos olvidar que cada día
también son más los compañeros que se suman a la lucha por una maternidad más
libre que es lo que nos pretende arrebatar este Gobierno facha. Y no lo vamos a
permitir.
Exijo
respeto a mis decisiones como mujer. Exijo respeto a mi decisión de ser o no
ser madre. Exijo respeto a serlo cuando, cómo y con quien desee hacerlo. Y si
un Gobierno facha intenta impedirlo, plantaré cara con los medios de que
disponga, junto a mis compañeras y compañeros para pararlo.
Ontinyent, 23 de febrero de 2014..
tmolla@telefonica.net
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