Por Tere Mollá Castells
Hace algo más de diez años,
cuando decidí entrar en la política municipal un día se lo conté a una mujer de
mi confianza. Ella, que había sido una de mis profesoras en la etapa de
estudiante de BUP me dejó acabar mi exposición y después mirándome fijamente me
dijo: “La política es el arte de hacer
felices a las personas. No lo olvides. Te estaré vigilando.”.
Como es de imaginar aquellas
palabras me impactaron, hasta el punto que, pese a no estar ya en la política
activa desde hace casi siete años, las sigo llevando en el corazón. Al acabo de
unos años me encontré con esta profesora y repregunté: ¿Qué tal llevas la vigilancia?” pero ella no se acordaba de aquella
recomendación/amenaza cariñosa que me había hecho.
He querido contar esta anécdota
personal para ilustrar lo que quiero comentar hoy. Ya no soy tan ingenua (o si)
como para seguir pensando que “La
política es el arte de hacer felices a las personas” , pero si creo firmemente
que la política es una herramienta para intentar cambiar las condiciones de
vida de las personas. Para mejorarlas, por supuesto. Y como vemos, esto no se
está haciendo en absoluto.
Hace unos días una compañera de
trabajo me comentada que en pueblo en el que reside en menos de una semana se
habían suicidado cinco personas. En mi ciudad, recientemente, un chaval de
quince años, también lo hizo.
Son dos muestras sobre el grado
de desesperanza y de desilusión colectiva al que esta gentuza que dice gobernarnos
ha conseguido llevarnos con sus medidas ante esta estafa llamada crisis.
En política no todo vale. Y se ha
de tener grandeza de miras a la hora de tomar decisiones. Se ha de saber que el
interés general SIEMPRE ha de prevalecer sobre el personal o partidista. Y esto
ha de ocurrir SIEMPRE y revisarse ante cada decisión que se haya de tomar. Pero
como podemos comprobar cada mañana, esto no es así. La corrupción continuada,
los intereses partidistas de los dos grandes partidos, los intereses claramente
impuestos por la Conferencia Episcopal, el continuo “Y tú más” sin mirar a los
lados y observar que la ciudadanía está más pobre, más triste, más
desilusionada y más descreída, son claros síntomas de que algo, en política no
se está haciendo bien. Y lo que es peor, no se perciben aires de cambios en
este sentido.
Algunas personas nos alejamos de
este espacio precisamente por el dolor que causa el comprobar que en demasiados
aspectos no se está trabajando por y para las personas. Los intereses son otros
y eso es descorazonador. El dolor y el desgarro que produce comprobar esto e
incluso las consecuencias sectarias de alguna situación nos han obligado a
alejarnos para poder curar nuestras heridas.
Y que conste que soy una
gran defensora del trabajo que se hace, sobre todo en los Ayuntamientos
precisamente por ser las administraciones más cercanas a la ciudadanía.
El hecho de gobernar con
intereses ajenos a los de la ciudadanía, aprovechándose de una mayoría
absoluta, conseguida con mentiras y engaños, aparte de que les va a pasar
factura, también lleva implícito el hecho de estar legislando directamente en
contra de más de a mitad de la ciudadanía que somos las mujeres. Con cada
medida aprobada, con cada decisión tomada que atente contra la igualdad de las
mujeres y de las niñas, con cada paso dado para imponernos normas que nos
alejen de las igualdad real de oportunidades y de derechos entre las mujeres y
los hombres, nos imponen mayores cuotas de infelicidad y de malestar.
No sé yo si la imposición de
modelos familiares propios de una sociedad de hace más de treinta años, con la
madre-esposa en casa y dedicada a “sus labores” tiene cabida en una sociedad
que pretende ser moderna y estar en los círculos mundiales de la modernidad.
Creo que con medidas como la que
pretenden imponernos como la de la reforma de la actual y vigente ley de salud
sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, se busca
dar satisfacción a una minoría ultraconservadora, radical y reaccionaria a más
no poder, junto a las pretensiones del ala más ultracatólica de la Conferencia
Episcopal, pero no dar soluciones a los actuales problemas de inicios del siglo
XXI, puesto que las propuestas realizadas hasta ahora son más bien de los
albores del siglo XX.
El interés general por el
bienestar de la mayoría de la población que somos las mujeres, les importa un
pito. Buscan someternos a sus dictados patriarcales y misóginos. No van a poner
las cosas nada fáciles para que la igualdad real sea efectiva. Nos quieren como
el título del libro financiado por el arzobispado de Granada: casadas (con un
hombre, por supuesto) y sumisas. Y el ejemplo más claro de lo que digo son los
recortes que Ana Mato ha realizado para excluir de la cartera del Servicio
Nacional de Salud las técnicas de reproducción asistida a mujeres sin pareja y
con más de cuarenta años. Con esta imposición, al igual que con la de la
imposición de un embarazo no deseado, se condena a mujeres a vivir
infelizmente, puesto que se han contravenido injustamente sus deseos de vivir
de una determinada manera. Y esto no es política. Son ganas de imponer
creencias personales a una sociedad que no deja de moverse y que no se ha
anquilosado como ese tipo de credos que nos quieren imponer.
Son muchas las fuentes de
infelicidad que nos brindan esta gentuza que dice gobernarnos, pero que nadie
pierda de vista que la fuerza de “la masa” es inabarcable por potencial propio.
Que nadie se olvide de que el hecho de que algunas gentes hayamos decidido
irnos de los sillones, no significa que hayamos abandonado nuestras creencias
ni nuestras luchas. Que nadie crea que nos han derrotado. Sencillamente hemos
trasladado nuestras luchas a otros escenarios. Pero no nos hemos ido, estamos
aquí y continuamos intentando crear conciencia sobre lo que se está haciendo y
sobre todo de lo que se está destruyendo.
La marcha por la dignidad, la
marcha del tren de la libertad, los encierros en escuelas para exigir una
escuela pública, digna y de calidad, las continuas concentraciones de las
personas con dependencia, etc… son claros ejemplos de que la sociedad se está
moviendo en contra de los recortes que nos están imponiendo injustamente por
esta estafa llamada crisis.
En mes y medio hemos de volver a
las urnas. Y a esas urnas hemos de llevas nuestras militancias y echar de las
instituciones a quienes gobiernan para ellos y de espaldas a la ciudadanía.
Echar a quienes dentro de sus medidas nos imponen sufrimiento, paro, hambre,
pobreza y desigualdad en su sentido más amplio. En definitiva, echar a quien
con sus medidas impuestas nos provocan infelicidad en su sentido más profundo.
Yo, y creo que muchas más
personas, así pienso hacerlo y también seguiré teniendo voz propia, pese a no
estar en las instituciones. Y esa voz, mi voz seguirá siendo firme a la hora de
la exigencia de medidas encaminadas a la construcción de una sociedad más
justa, más igualitaria, más digna y, por tanto, un poco más feliz.
Y en eso, espero que nunca
me tiemble la voz.
Ontinyent, 6 de abril del
2014.
tmolla@telefonica.net
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