Por Tere Mollá Castells.
Esta semana en el trabajo le
estaba rellenando un formulario a un chico de unos veinte años. Pues bien, en
uso de esos campos se le pregunta a la persona interesada si tiene algún tipo
de discapacidad para que, en el caso de que lo necesitara la persona, se le
adaptaran tanto las pruebas como el espacio para realizarlas en igualdad de
condiciones que el resto de participantes. Al llegar a ese campo, que es
obligatorio, le pregunté e mi interlocutor si tenía algún tipo de discapacidad,
a lo que rápida y contundentemente respondió con un NO rotundo y al ir a la
siguiente pregunta, me mira con cara un poco asustada y me pregunta “Perdona, pero si en la casilla de
discapacidad ponemos un SI, ¿me pondrían un examen más fácil?”. Yo no sabía
si reírme, llorar o cómo reaccionar, así que le expliqué lo mejor que pude el
motivo de esta pregunta, y entonces el que comenzó a reírse dando gracias a
Dios por estar “bien” y continuamos con el formulario como si nada hasta el
final.
A este tipo de acciones que las
administraciones (a veces) tienen en cuenta para ofrecer igualdad de trato a
personas con diversidades funcionales o discapacitadas, se les llama acciones
positivas.
Este ejemplo que es
claramente entendible y la sociedad ha conseguido verlo con ojos de justicia
social e incluso se llega a reclamar cuando se percibe su ausencia, y es el que
suelo explicar cuando intento hacer entender, primero el concepto y, en segundo
lugar su necesidad con respecto a las diferentes barreras en forma de desigualdades
que nos siguen separando a hombres de mujeres.
Con esta estafa llamada crisis y los recortes realizados para salvar a los bancos y pagar deuda contraída con anterioridad y pagar a proveedores, se ha dejado a las personas mucho más desprotegidas de lo que estaban. Eso ya lo sabemos. Pero además la falta efectiva de políticas incentivadoras de la igualdad entre mujeres y hombres también se ha llevado por delante medidas de acción positiva.
Como muestra pongo un ejemplo y
es la falta de implicación político-administrativa en el seguimiento de la
realización e implementación de
planes de igualdad en las empresas de más de doscientos cincuenta trabajadores
y trabajadoras. Y sí, ya sé que cada día hay menos de estas empresas, pero no
podemos olvidar que es una Ley Orgánica la que mandata a realizarlos de forma
obligatoria. Se trata de la Ley Orgánica
3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que
sigue vigente y que parece habérseles olvidado a quienes (des) gobiernan este
país que su aplicación es obligatoria. Pues en el artículo once las reconoce y
dice:
“Artículo 11. Acciones
positivas.
1. Con el fin de hacer
efectivo el derecho constitucional de la igualdad, los Poderes Públicos
adoptarán medidas específicas en favor de las mujeres para corregir situaciones
patentes de desigualdad de hecho respecto de los hombres. Tales medidas, que
serán aplicables en tanto subsistan dichas situaciones, habrán de ser
razonables y proporcionadas en relación con el objetivo perseguido en cada
caso.
2. También las personas
físicas y jurídicas privadas podrán adoptar este tipo de medidas en los
términos establecidos en la presente Ley.”
Así mismo todo el Capítulo III de
dicha ley está dedicado a los planes de
igualdad de las empresas y otras medidas de promoción de la igualdad y es
allí donde se exponen algunas directrices sobre qué son y donde se han de
realizar dichos planes. Pero, como ya sabemos, a quienes nos (des) gobiernan le
preocupa mucho más la vida de los concebidos que la de sus madres y, por tanto
los derechos de las madres y de las mujeres en general les dan exactamente lo
mismo en tanto en cuánto no se alejen demasiado de los roles que tiene
destinados.
Por eso nos encontramos con
que las condiciones de las mujeres trabajadoras han empeorado considerablemente
al permitir directa o indirectamente que las medidas de acción positiva
contempladas en la legalidad vigente no se apliquen por no desarrollarlas
mediante la negociación colectiva que se han cargado con las reformas laborales
explicitas y las camufladas que han ido realizando esta gentuza que dice
gobernarnos.
Las mujeres trabajadoras
somos hoy más pobres, con peores empleos, con menos derechos, más cargas
familiares porque se están cargando las medidas de conciliación y las que
quedan las hacen recaer sobre nuestras espaldas. Además nos han impuesto todas
estas medidas con el miedo como cómplice que permite que se agache la cabeza
con tal de mantener el empleo a cualquier precio.
La situación a la que nos
han llevado a la clase trabajadora en general y a las mujeres en particular es
dramática y lo que es peor, desde el miedo inculcado con el discurso simbólico
y real del “Y si no te gustan estas condiciones, ahí tienes la puerta que hay
muchas más en las colas del paro que sí las aceptarían”, ha llevado a un
grado de domesticidad impensable hace sólo unos años.
Y yo me pregunto ¿Qué futuro
les espera a las niñas de hoy, mujeres de mañana?. No estoy demasiado optimista
con un futuro esperanzador y dentro de una sociedad más igualitaria, más
equitativa y con derechos y oportunidades más iguales entre mujeres y hombres.
La ferocidad del patriarcado
va de la mano de la ferocidad del capitalismo que pretende que seamos
desiguales a toda costa y no escatima medios para imponer sus condiciones. Y lo
estamos viendo cada día. Nos quieren silenciadas, sumisas, dóciles y
subsidiarias como siguen predicando los de faldas largas y negras, que también
son sus cómplices y les siguen ayudando en esta tarea de intentar
domesticarnos. Nos quieren como seres “multitareas” y que sirvamos a sus
intereses sin rechistar, sin voz propia, sin reivindicar nuestros derechos como
personas libres que somos. Así son las maniobras de quienes nos dirigen para
llevarnos a su “redil”, a su espacio de domesticidad y sumisión marcado en su
hoja de ruta.
Pero algunas les hemos
salido un poco respondonas y no nos conformamos con el papel que nos han
asignado, con la situación a la que nos quieren llevar y por eso nos seguimos
rebelando y levantando la voz cada vez que podemos para recordarles que tenemos
derechos y que los vamos a seguir peleando. Y lo haremos o sólo por nosotras,
que también, lo haremos, sobretodo para que las niñas de hoy que mañana serán
mujeres, vivan mejor y se sientan con mayores cuotas de equidad social, con una
igualdad real que hoy todavía es inexistente, con unos derechos consolidados
que hagan innecesarias las acciones positivas, pero que a día de hoy todavía
son no sólo necesarias, sino imprescindibles.
Por eso y para eso, hemos de
erradicar el miedo, hemos de tomar la voz y decir Basta y no permitir que nadie
nos diga aquello de que “las mujeres de hoy no aguantamos nada”, sencillamente
porque no es cierto. Aguantamos mucho, demasiado, diría yo, pero para el
patriarcado siempre aguantaremos demasiado poco, porque nos quieren sumisas,
sin derechos y mudas.
Pero, tal como dice la
expresión, la respuesta de algunas es la de “va a ser que no…”
Ontinyent, 13 de abril de
2014.
tmolla@telefonica.net
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