Por Teresa Mollá Castells
Este dicho viene al pelo para
exponer lo que hoy me he propuesto escribir. Acabamos de conmemorar el Primero
de Mayo, Día Internacional del Trabajo. Y me harté de escuchar a lo largo de
toda la mañana que era el Día del TrabajadOr, lo que me enerva bastante, porque
las mujeres también trabajamos, y mucho. Y formamos parte de la clase
trabajadora. Y estamos en las manifestaciones. Y en los sindicatos. Y en las
organizaciones que se sumaron a esas manifestaciones. Pero curiosamente sólo se
habla de “los trabajadores”.
Lo del lenguaje inclusivo y no sexista, al parecer sigue siendo una asignatura pendiente, pero que algunas no pensamos dejar de seguir exigiendo.
Lo del lenguaje inclusivo y no sexista, al parecer sigue siendo una asignatura pendiente, pero que algunas no pensamos dejar de seguir exigiendo.
No es sobre este tema sobre el
que quiero reflexionar hoy. Quiero hablar sobre las oscuras intenciones que
tanto el patriarcado como sobre todo el capitalismo tiene en intentar
desacreditar, empobrecer y minar a la clase trabajadora y a las organizaciones
propias que defienden los intereses de las trabajadoras y trabajadores, tanto
en activo como en situación de desempleo.
A la caverna mediática se le
llena la boca cada vez que puede poner en tela de juicio aquellas opciones que
cuestionen el capitalismo e, implícitamente su poder dentro del mismo.
Ahora, bueno, desde hace unos
años, desde que ostentan también todo el poder político, les ha dado por
cuestionar la influencia de los sindicatos. Y, como muy bien saben, aplican la
frase del título de esta reflexión: desacredita que algo queda.
Hace unos años ya tuve un pequeño
rifirafe con un compañero concejal del PP cuando en el discurso de toma de
posesión indiqué que no era cierto, tal y como afirmaban que la ideología había
muerto. Que existía, que seguía viva pero que a su opción política le
interesaba abiertamente desacreditar a quienes no pensábamos como ellos y
ellas. Con el tiempo, este concejal abandonó el PP y se quedó como No Adscrito
junto a una compañera que le siguió y acabó dándome la razón. Pero en privado,
eso sí.
Cuento esta anécdota personal
porque ahora se está haciendo lo mismo con la clase trabajadora y con sus
organizaciones. Niegan la existencia de la clase trabajadora, con el objetivo
final de cargarse las organizaciones sindicales que les siguen tocando de vez
en cuando las narices.
Es cierto que en las
organizaciones suele haber los llamados “garbanzos negros”. Pero en todas las
organizaciones y no sólo en los sindicatos. Bueno que si miramos al partido que
sustenta el (Des) gobierno actual, casi tendríamos que buscar con lupa los
garbanzos blancos y que estoy segura que los hay.
La ferocidad desvergonzada con la
que se está poniendo en tela de juicio el trabajo de tantas mujeres y hombres
que desde el sindicalismo de clase siguen luchando por mejorar las condiciones
laborales y sociales a las que nos han llevado dentro de esta estafa llamada
crisis, no tiene parangón. Es de tal vileza, de tal grado de inmadurez
democrática que duele cuando se lee, se ve o se escucha.
El fin último es desprestigiar
tanto que ni la propia gente trabajadora llegue a fiarse de quienes les
representan colectivamente y, de ese modo, llegar a pactar condiciones de
trabajo miserables que permitan una fácil y cómoda esclavización mayor por
parte de las patronales. La mezquindad con que se está llevando a cabo esta
campaña continuada y casi imperceptible de señalamiento de los errores (que lo
ha habido y no los voy a negar) cometidos por parte de algunas personas que
están en el mundo sindical, pero que al reflejarlo señalan a todo el colectivo
de mujeres y hombres sindicalistas, es de tal grado que roza lo ridículo.
Nadie ha mantenido en los medios
de comunicación la situación de Díaz Ferrán que planteaba que había que
trabajar más por menos salario mientras desvalijaba sus empresas dejando a
centenares de personas en el desempleo. No, formaba parte de los llamados
“hombres buenos” , de aquellos a quien había que proteger, darle voz para que,
y que al tiempo fuera parte del engranaje de la descalificación de las
organizaciones que ya venían advirtiendo de sus irregularidades en sus propias
empresas.
Tampoco el caso del presidente de
la patronal madrileña ha sido mantenido en los medios, pese a haber mantenido
situaciones laborales irregulares durante años. También había que mantenerle en
sus sitio para que diera la mayor caña posible a quienes cuestionaban sus
métodos y que eran las propias mujeres y hombres representantes legales de las
personas que tenía contratadas en sus empresas y que son sindicalistas de
clase.
Estos son sólo dos ejemplos de
cómo se utilizan distintas varas de medir cuando de señalar con el dedo
acusador se trata.
El sindicalismo de clase, le
guste o no al sistema capitalista y patriarcal actual, es más necesario que
nunca.
Quizás lo errores cometidos
nos enseñen a quienes militamos en estas organizaciones, que hemos de ser mucho
más exigentes en determinados asuntos. Pero hemos de ser conscientes todas las
personas que trabajamos y las que están en el desempleo por esta estafa llamada
crisis, que son quienes defienden nuestras condiciones laborales y sociales.
Las organizaciones sindicales de clase han de ser nuestros referentes, quienes han de ostentar la voz y la fuerza colectiva que les damos como clase trabajadora. Porque insisto, seguimos siendo clase trabajadora le pese a quien le pese y su trabajo cotidiano ha de ser no sólo reconocido, también ha de ser valorado y reivindicado no sólo por la afiliación a esas organizaciones, sino por el conjunto de la clase trabajadora y empobrecida por el capitalismo que intenta devolvernos a condiciones impensables hace sólo un par de lustros.
No podemos olvidar que las
organizaciones están compuestas por personas y que todas las personas que las
conforman, quizás no sean de nuestro agrado. De acuerdo, pero aprendamos a
tener generosidad de miras y a valorar el objetivo común, por encima de los
intereses personales de cada momento.
Y no quiero acabar esta
reflexión sin hacer un reconocimiento explícito a todas las mujeres
sindicalistas de clase que, como siempre, se llevan la peor parte, puesto que a
la lucha de clase han de sumar la de género dentro y fuera de estas
organizaciones que, por provenir del mundo laboral tradicionalmente masculino,
siguen teniendo criterios androcéntricos en muchos aspectos, pero que poco a
poco con la luchas de las mujeres sindicalistas y el lento despertar de los
compañeros de clase a la situación de desigualdades todavía existente, van
incorporando la perspectiva de género tanto en el interno de las organizaciones
como en su ámbito de actuación social.
A ellas, a todas ellas,
tanto a mis compañeras de clase, como a mis compañeras y amigas sindicalistas
de clase, mi respetos y mi admiración incondicional por todo el trabajo que
realizan dentro y fuera de sus organizaciones.
A la caverna mediática y a
la rancia derechota, a toda la gentuza que intenta desprestigiar a los
sindicatos de clase mi desprecio más absoluto en todos los sentidos.
Y para acabar quiero
insistir en que se pongan como se pongan esta gentuza y aunque intenten
negarlo, la clase trabajadora existe y existirá. No se empeñen en negar lo que
es innegable. Han intentado desprestigiar tanto a los sindicatos de clase, como
a nuestras propias convicciones de clase, pero, creo que mientras siga habiendo
gente que lucha por defender los derechos de otras personas en iguales o peores
situaciones, no lo van a conseguir.
Ah!! Y revisen los mensajes
de descrédito que lanzan, puesto que en algún momento se les pueden volver en
contra.
Gracias a todas las mujeres
y hombres que dedican tu tiempo, su esfuerzo y sus energías para mejorar las
condiciones laborales y sociales del conjunto de la ciudadanía, puesto que sin
ellas y ellos la situación sería bastante peor.
Gracias a todas las mujeres
sindicalistas por vuestro esfuerzo redoblado y vuestro trabajo y compromiso de
género y de clase.
Ontinyent 4 de mayo de 2014
tmolla@telefonica.net
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